viernes, 12 de febrero de 2010

Breve Historia de América y de Cuba 3

- La colonia

Al acabarse el oro en Cuba, la isla pronto demostró que era sumamente fértil. Los españoles rápidamente entendieron que la siembra era el futuro allí, y empezaron la tala de bosques. Cuba fue el primer lugar donde comenzó la despiadada tala de árboles en el continente americano. Los antiguos bosques de la isla pronto empezaron a ser sustituidos por sembrados. Cuando al fin los indios cubanos dieron el último suspiro, se empezaron a traer negros del África, en un comercio de humanos que duraría hasta bien entrado el siglo XIX. La trata negrera llenó a Cuba de otra nueva raza, importada allende el mar. Esta raza pronto formaría parte de la idiosincrasia y cultura del futuro pueblo cubano

Por otro lado, no solo los españoles se percataron de la importancia geográfica de Cuba. Piratas y filibusteros de todas las razas y países, desde el mismo siglo XVI hasta casi el siglo XX penetraron en sus costas comerciando, saqueando y matando todo lo que podían. Se les facilitaba la actividad debido a la inmensa cantidad de islas pequeñas (llamadas cayos) que Cuba posee en su litoral. Siglos más tarde serían el paraíso de los turistas, que deseaban tostar su blanca piel. Pero en la época que describimos, los “turistas” de la zona, feroces piratas, corsarios y filibusteros con la piel bien oscura por el despiadado sol, correteaban por estas islas, escondiendo tesoros, atacando villas y poblados y hasta poderosas ciudades, con tal de quitarle a los españoles las inmensas ganancias anuales que enviaban a España. Las transparentes aguas del Caribe demasiado frecuentemente se teñían con la sangre de sus victimas.

España, debido a este constante saqueo, fortaleció inmensamente sus ciudades en el nuevo mundo, y convirtió a la futura capital de Cuba, la villa de San Cristóbal de La Habana, en una de las más defendidas de América. Se cuenta que la construcción de los castillos del Morro y la Punta, con sus poderosos muros y sus cañones apuntando al mar, le costó tanto al rey, que este se levantaba por las mañanas en España con deseos de ver en el horizonte aquella fortaleza tan extremadamente cara.

No solo los piratas hallaron interesante a la Isla. En el año 1763 los ingleses hicieron un crudo ataque a La Habana, culminando con la victoria inglesa. La Habana, capital ya de la colonia de Cuba fue tomada, y los españoles tuvieron que negociar con Inglaterra su devolución. Esta historia es interesante y tengo mi propio punto de vista. Desde pequeño la cuentan mostrando lo heroicos que fueron algunos de los personajes de la época luchando contra el invasor inglés. Así tenemos a Pepe Antonio, con su bravura resistiendo a los ingleses. Pero analicémoslo un poco. Lo cierto es que Cuba era colonia de España, y no veo la razón de luchar contra los ingleses si de todos modos estábamos defendiendo los intereses de la Metrópoli en el Nuevo Mundo. La historia demostraría más tarde que era mejor ser colonia de Inglaterra que de España. Por ello esos defensores realmente deberían ser acusados de traidores pues nos hicieron regresar a España, cuando realmente hubiera sido mucho más ventajoso para el futuro ser colonia británica. Tienen como justificación que no lo sabían en ese momento, lo cual no quita su inmenso error.

En el Tratado de Paris de 1763 se acuerda que la isla de Cuba (desgraciadamente) regrese a España. Volvimos, pues, de nuevo a la potencia más atrasada, la cual no nos soltaría hasta el inicio del siglo XX. Perdimos nuestra posibilidad de aprender inglés desde el nacimiento. Pero así es la historia. En la actualidad sigo diciendo, tercamente, que era mejor haber continuado con la bota inglesa encima que con el zapato gallego. De todos modos igual da ya.

A fines del 1800 los futuros Estados Unidos luchan por su independencia, liberándose de la tutela británica, y dan ejemplo de país independiente en América. Esto fue como una explosión. Parece que a nadie aún en Latinoamérica se le había ocurrido la idea de andar solos, únicamente a los ”malos” yanquis. Entonces la pólvora explotó, y todos desearon seguir el mismo camino.

Dicho sea de paso no solo en América tuvieron las luchas de liberación el ejemplo de la norteña, sino también en Europa. La famosa Revolución Francesa (1789-1799), base del futuro socialismo de Marx y Engels, tuvo su fundamento en la guerra de liberación norteamericana (1775-1783). Muchos de los políticos franceses admiraban las nuevas ideas de allende el océano, de vida social sin reyes, e igualdades sociales para todos, sin importar la casta social o familiar, y por ello intentaron eliminar a los nobles y reyes en su propio país. Esto desencadenó finalmente lo que más tarde sería la famosa Revolución Francesa. Resulta sumamente interesante que siglos más tarde, los precursores de la eliminación de los reyes a nivel mundial, las 13 colonias británicas que se independizaron de Gran Bretaña y que edificaron el primer sistema político liberal y democrático de la época moderna, inventando el cargo de presidente de un país, sean acusados y golpeados por el mismo bumerang que ellos lanzaron inicialmente. Las palabras revolución y socialismo, basadas más tarde en la Revolución Francesa, serían usadas contra el propio país que realmente originó todo, los Estados Unidos de América, acusados precisamente de no ser democráticos, por sistemas totalitarios comunistas. El socialismo y comunismo modernos, acusadores hasta el extremo de los Estados Unidos de América, tienen su base en la guerra de liberación norteamericana y las nuevas ideas que presentó al mundo. Interesantísima la Historia, ¿no?

Luego de guerras de liberación en muchos países latinoamericanos, con sus caudillos propios, de nuevo América se volvió para mirar a los EUA. Estos ahora la habían tomado con la esclavitud, tratando de eliminarla, y lo lograron. Estados Unidos también fue el primer país del mundo en hacerlo. Seguidamente en América, léase Cuba, Brasil y otros, donde la trata negrera era fuerte, empiezan los movimientos antiesclavistas. El siglo XIX permitió al fin, en casi todos los países americanos, la eliminación de la repugnante esclavitud. No obstante, a fines de esa centuria en Cuba aún se mantenía esta odiosa estructura. Los esclavos vivían en los llamados barracones, donde dormían hacinados y solo sobrevivían los más fuertes, originando un proceso de selección entre la raza negra que luego crearía la falsa idea que eran físicamente mucho más fuertes que los blancos. Años más tarde la sucesiva mezcla de blancos y negros pondría todo de nuevo en su lugar.

Al terminar el siglo XIX, solo Cuba le quedaba a España en América. Los cubanos, para no quedarse atrás, deciden sacar a España de sus tierras. Le iba a ser más difícil pues a pesar de que España era mucho más débil que antes, con toda la fuerza de sus ejércitos impediría su deseo de independencia. En la guerra de liberación se forma realmente su historia como nación, obviamente como en todos los países cuando se liberan. Es en esta época donde surgen los héroes cubanos y sus futuros pensadores, tomando la sangre caribeña la temperatura que la caracteriza. La guerra de independencia se origina oficialmente en el año 1968, (¡qué tarde, en comparación con otros países de América!), con el famoso grito de Carlos Manuel de Céspedes en su hacienda “La Demajagua”, y ofreciéndoles la libertad a sus esclavos. Realmente estaba un poco dormido en el siglo Céspedes, para tan tarde empezar con el asunto de la libertad, pero le cabe el mérito al menos de ser el primero en Cuba que lo hace.

La lucha por la independencia permitió aumentar el sentimiento nacional en los cubanos, como siempre ocurre con este tipo de guerras en todas partes. España se permitió todo tipo de atrocidades con tal de no perder el dominio de la isla, como también ocurre en esos casos siempre. Los primeros campos de concentración en América, siglos después de lo que habían hecho con los antiguos nativos indígenas, se realizaron en Cuba con las personas de las zonas rurales. Los motivos, según leemos en las crónicas de la época eran obvios. No querían perder la Perla del Caribe, como le llamaban.

Cuba era para España como Egipto para los romanos. En un clima tan fecundo todo estaba cultivado. Con su verde perenne era tierra muy fértil (un siglo después, con supuestamente mayor tecnología Fidel Castro dejaría los campos cubanos en una ruina también perenne). Según las palabras del propio General Máximo Gómez, escritas en su diario de Campaña, a los mambises (nombre dado a los luchadores por la libertad en Cuba), “les daba pena quemar aquellos inmensos sembrados de papa, cebolla, caña de azúcar, naranjas y muchos otros cultivos…” Pero por la independencia de Cuba y en su nombre, cientos de estos campos fueron pasados a la tea libertadora. Siempre en nombre de las revoluciones se hacen las mayores destrucciones. La zona occidental era la más próspera, con la mayor cantidad de sembrados siendo por ello la última en ser sacudida de la mano española.

Las guerras por la liberación de América, tanto contra España, como contra Francia e Inglaterra han creado ciertos mitos. Aquí nos permitimos un breve apartado. Es importante señalar que todos nosotros, los americanos, desde Canadá hasta la Tierra del Fuego siempre nos la damos de haber tenido grandes combates, precisamente por no haber tenido realmente ninguno comparable con las del continente europeo. Leemos en los libros de Historia de nuestras “grandes batallas” y el estudiante se lleva esa impresión. Tenemos delirio de grandeza épica y guerrera. Toda batalla es horrorosa, pero hay que tener cuidado cuando se enseñan los hechos históricos. Al igual que erróneamente se enseña que los indios eran buenos y los españoles malos cuando realmente eran simplemente dos pueblos, uno conquistado y otro conquistador; de igual manera hay error en la descripción de las batallas y guerras de nuestra América, colocando el epíteto de Grandes Batallas a guerras extremadamente pequeñas comparadas con otras en otros lugares del mundo.

El continente americano nunca ha tenido ni población ni geografía para enormes conflictos y ha sido una suerte. La de Ayacucho, por ejemplo, una de las más importantes no llegó a más de 14 mil hombres combatiendo, y el combate no fue más allá de las cuatro horas. Esta cantidad de hombres y su duración no seria más que una avanzadilla de las tropas de Napoleón, Atila, o Alejandro Magno. En las guerras norteamericanas ocurre parecido. El ataque a Pearl Harbor, a pesar de haber sido una pesadilla para los participantes, fue un pequeño encuentro, comparado con los horribles combates en los frentes europeos de la Segunda Guerra Mundial. Tengo un amigo que vio la película “Pearl Harbor” y me contó horrorizado que los americanos habían sufrido incluso más que los rusos en la Segunda Guerra Mundial. Este es el problema, aquí ya empezamos a creer que realmente lo nuestro fue peor que lo de los demás pueblos. No se puede uno engañar. En la batalla de Kursk (julio 1943) participaron más de... ¡dos millones de hombres¡ entre rusos y alemanes, durando más de una semana la lucha. El famoso enfrentamiento de Aecio y Atila, (7 de abril del 451 a.C.), duró todo el día, terminado según las crónicas más creíbles, con más de 165 000 cadáveres en el campo de batalla. Esto es 165 veces la cantidad de personas de nuestra batalla de Ayacucho, y solo en muertos. No hemos contado los que quedaron vivos. En la batalla de Alejandro Magno contra Darío (Gaugamela. 331 BC) casi a inicios de la Historia, participaron como mínimo más de 300 000 hombres. Comparar esto con nuestras “grandes batallas” es engañarnos y engañar a nuestros hijos. Es por ello que hay que ver lo que enseñamos. Luego, cuando son adultos, se creen a pie juntillas que nuestros pueblos son los más explotados y pobres del planeta, que tenemos las montañas más altas, o los ríos más profundos, así como las peores batallas conocidas. Para amar a un país, de igual modo a como amamos a nuestros hijos, no es necesario engrandecerlo con cosas y hechos históricos tergiversados, sino mostrados en la manera correcta, con la comparación majestuosa de otros. Así amamos al planeta en general y reconocemos en otros pueblos su propia grandeza

El hecho de que no hayamos tenido batallas importantes por su magnitud y destrucción no nos hace menos humanos que los europeos, sino que debiéramos estar orgullosos y contentos por ello. No hay por qué exagerar, sino enseñar como se debe. Fueron nuestras batallas, perdieron la vida cientos de americanos, pero no nos centremos en nuestros pueblos como islas. Somos, nacimos y pertenecemos a todo el planeta Tierra. La historia global también es nuestra historia y exagerar nuestros propios hechos solo crea más ignorancia y nacionalismo. Referido a esto uno de los personajes más interesantes, José Martí, nacido y crecido en la época colonial en Cuba, luego de visitar algunos de los pueblos de América, escribió: “Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea.” Nada más cierto para describir el pensamiento latinoamericano en general…

Existen muchos nombres y anécdotas interesantes de la guerra de Cuba contra España, pues como toda guerra libertadora, creó y formó a grandes héroes. La mayoría de ellos murieron en los campos de batalla cubanos. No obstante, entre todos de nuevo destaca José Martí. Nació el 28 de enero de 1853 y fue posiblemente el mejor cerebro que ha producido la Isla, por ser tan completa su personalidad. Su genio se manifestó bien temprano, así como sus ansias de liberación de España, que era, como ya se ha dicho, la moda de la época. Martí no participó, por su juventud, en la primera Guerra de Independencia de Cuba en 1868, pues contaba apenas 15 años. Por esa fecha aproximadamente cae preso, debido a sus actividades independentistas. Su madre Leonor, sufrió mucho la situación de su hijo. Como poeta que era Martí, le escribió, desde el presidio a sus quince años:

"Mírame, madre,
Y por tu amor, no llores:
Si esclavo de mi edad y mis doctrinas
Tu mártir corazón llené de espinas,
Piensa que nacen entre espinas flores".

Su obra literaria es bastante extensa y muy bella. Pero no analizaremos aquí la obra artística de Martí, sino su importancia como figura histórica en la historia de Cuba.

Al finalizar la guerra, en 1868, Martí era un joven que había leído mucho, de ideas bastantes progresistas y muy versado en diferentes materias. Preocupado por la pobreza que veía a su alrededor, había leído también artículos sobre el socialismo, los mismos que casi un siglo más tarde convencerían a un joven llamado Ernesto Guevara de la Serna, organizando su épica lucha antiimperialista mundial. Pero no convencieron a Martí. Sobre esto genialmente profetizó:

“Esa futura esclavitud es el socialismo. Todo el poder que iría adquiriendo la casta de funcionarios, ligados por la necesidad de mantenerse en una ocupación privilegiada y pingüe, lo iría perdiendo el pueblo que no tiene las mismas razones de complicidad en esperanza y provechos, para hacer frente a los funcionarios enlazados por intereses comunes. Como todas las necesidades públicas vendrían a ser satisfechas por el estado, adquirirían los funcionarios entonces la influencia enorme que naturalmente viene a los que distribuyen algún derecho o beneficio. El hombre que quiere ahora que el Estado cuide de él para no tener que cuidar él de si, tendría que trabajar entonces en la medida, por el tiempo y en la labor que pudiese el Estado asignarle, puesto que a éste, sobre quien caerían todos los deberes, se darían naturalmente todas las facilidades necesarias para recabar los medios de cumplir aquellas.

De ser siervo de si mismo, pasaría el hombre a ser siervo del Estado. De ser esclavo de los capitalistas, como se llama ahora, iría a ser esclavo de los funcionarios. Esclavo es todo aquel que trabaja para otro que tiene dominio sobre el, y en ese sistema socialista dominaría la comunidad del hombre, que a la comunidad entregaría todo su trabajo. Y como los funcionarios son seres humanos y por tanto abusadores, soberbios y ambiciosos, y en esa organización tendrían gran poder, apoyadas por todos los que aprovechan o esperaron aprovechar de los abusos, y por aquellas fuerzas viles que siempre compra entre los oprimidos, el terror, prestigio o habilidad de los que mandan, este sistema de distribución oficial del trabajo común llegaría a sufrir en poco tiempo de los quebrantos, violencias, hurtos y tergiversaciones que el espíritu de individualidad, la autoridad y osadía del genio y las astucias del vicio originan pronta y fatalmente en toda organización humana... El funcionario autocrático, abusará de la plebe, cansada y trabajadora. Lamentablemente será, y generará la servidumbre”.

(Tomado de: «La Futura Esclavitud», «La América» New York, Abril de 1984, página 954 de las Obras Completas de José Martí. Edición Conmemorativa del Cincuentenario de su muerte, Volume 1, Editorial Lex, La Habana, Cuba.)

Es increíblemente interesante este artículo de Martí y su enorme visión de futuro. Describió concienzudamente al sistema socialista, encontrándole sus fallas fundamentales. Carlos Marx hizo 20 volúmenes de “El Capital” su obra cumbre, y en ninguna de ellas entendió ni un ápice el asunto del alma y psicología humana. Solo Martí desde un inicio la caló hondo, muy hondo. Los procesos sociales no pueden verse independientemente de la esencia interna de los seres humanos. La idea de resolverle al pueblo las necesidades básicas gratis, los hace vagos, sumiendo a la economía del país en un desastre, y teniendo que obligar a los ciudadanos a trabajar en el campo, en grandes concentraciones de personas. Este pensamiento tan agudo de Martí, que incluso al propio Marx se le escapó aparatosamente, se mostró con toda su crudeza en el siglo XX en todos los sistemas socialistas del mundo. Resulta interesante que Martí no le prestó más atención al socialismo. No valía la pena por no ser un sistema viable para la humanidad. Pero las mismas ideas erróneas convencieron al Ché, más de un siglo más tarde, y a cientos de millones de personas. Y para colmo, lo peor, lo realmente humillante para Martí, fue que increíblemente Fidel usaría la imagen martiana para abanderar el socialismo, ese que tanto criticó. ¡Pobre Martí! Demasiadas veces a los grandes se les pone de ejemplo para reafirmar ideas estúpidas.

Martí también criticó duramente a los líderes de la guerra de independencia, por su deseo de convertirse en caudillos del pueblo, como “premio” a sus proezas en las batallas. Diferenciaba muy bien a un país en estado de guerra y un país de posguerra. No deseaba que los caudillos del ejército, luego de concluida la lucha, se apropiaran del poder, convirtiéndose en dictadores, como tantas veces había ocurrido en la historia del mundo, y sobre todo en América. Es tan irónica la historia que precisamente esto es lo que haría Fidel en el siglo que vendría, y descaradamente, en nombre del propio Martí. Lo traicionó dos veces, una con las instauración del socialismo, sistema social al que Martí se oponía plenamente, y otra siendo dictador basándose en sus méritos de guerra, cosa a la cual Martí igualmente siempre estuvo renuente. Si pudiera levantarse de su tumba, tiraría a Castro de una bofetada al suelo. Luego lo alzaría y le diera otra más, por tomar además su imagen para defender al sistema socialista.

Los radicales planteamientos de esta mente brillante molestaban a los caudillos de la guerra de 1868, provocando enfrentamientos entre él y ellos, los cuales le echaban en cara que él nunca había luchado, que solo sabía hablar. Martí era indiscutiblemente una persona genial, pero era humana, como todos. La idea que nunca había luchado parece que lo molestaba a cada rato y sin preparación ninguna para la guerra y el enfrentamiento contra los españoles, se lanzó de manera absurda en el primer combate que participó, de frente contra un grupo de fusileros españoles. Su acción le causó la muerte el 19 de mayo de 1895. La pérdida fue irreparable. Y como toda enorme pérdida, no vio bien Cuba cuanto había perdido sino muchísimo más tarde. La muerte de Martí hundiría a la Isla por más de cien años en un increíble atraso económico y político. Dios nos regaló un Martí en el siglo XIX y por perderlo, nos envió a un Castro en el siglo XX. Si, a veces creo que Dios es un poco cruel. No era para tanto el castigo.

Cuba perdió ahí a su mayor pensador, a su líder político, a su hombre intachable. Perdió más, perdió su futuro, su posibilidad de crecer como país, de presentarse en la arena internacional como un ejemplo positivo a los demás países de América Latina y el mundo. Durante más de un siglo caería el país en un abandono total por parte de sus dirigentes, entre dictadores, sátrapas y locos gobernantes. Mientras, como siempre ha ocurrido en la historia, otros países aprovechaban la oportunidad histórica, desarrollándose, entre ellos, nuestro cercano vecino, Estados Unidos, el eterno malo de la película. La suerte de este país radicó, entre otras cosas, por contar con colosos en el momento de su fundación, marcando un precedente para los otros que continuarían la obra. No sucedió así con los demás países de América. Ninguno ha tenido a grandes hombres justo al inicio de su surgimiento como país independiente de la colonia española. La oportunidad de Cuba se fue con la muerte de Martí.

Al fin, luego de años de guerra y ayudados por las tropas yanquis, que no querían dejar de participar en la lucha para tomar algo de mérito en el asunto, fueron sacados los españoles de la Isla, como mucho antes habían sido ya sacados de otros países del continente americano. El nuevo siglo XX vio a Cuba por primera vez como un estado independiente. Pero había un problema. Este pequeño problemilla marcaría al país durante 100 años. No existía ni una sola persona capaz de tomar el mando y guiar a todos de manera adecuada. Era por esa fecha la Isla como un niño que apenas empieza a caminar por si solo, recién liberada de la Corona española. Desgraciadamente, al no tener un buen padre que la guiara, cayó en manos de personas inescrupulosas que rápidamente se pusieron a robar a manos llenas, acostumbrando al pueblo cubano a ver este tipo de fechorías como algo natural.

Justo antes de finalizar la centuria, en el año 1899 sucedió un hecho trascendental, pero que los libros de historia no mencionan. Apenas unos días para comenzar el nuevo siglo, posiblemente el 4 de diciembre de 1899, llegó el vapor francés Mavane al puerto de La Habana. Tantos vapores en esa época atracaban que éste no llamó la atención. Pero ese día era diferente. Llevaba una preciada carga dentro de él. Poco a poco comenzaron a descargar sus mercancías. La tarea era aburrida para los trabajadores portuarios. El ardiente sol golpeaba sin piedad sus tostados rostros. Todos deseaban que pasaran rápidamente esas semanas y llegara el fin de año, para la celebración del nuevo siglo, el inicio del Siglo XX. Pronto los pasajeros iniciaron el descenso a suelo cubano. Uno de ellos se detuvo un instante, justo antes de pisar esa nueva tierra. Aún estaba en el barco y sin saberlo de su próximo paso dependería una nación durante medio siglo. Más aún, el planeta entero, con cientos de miles de vidas humanas, muchas aún sin nacer, dependían de aquel último paso. Por entre las nubes Dios lo miró con un suspiro contenido, pero nada podía hacer en asuntos de humanos. El hombre venía de Galicia, y estaba seguro, como muchos de sus compatriotas gallegos, que su vida aquí mejoraría. Miró el ardiente sol tropical, se limpió el sudor que ya comenzaba a brotarle de la frente y por fin colocó su pie fuera del barco. Una pequeña nube de polvo se levantó y toda la Isla se estremeció. Nadie en Cuba se imaginaba que en ese momento el destino de un país, por más de 50 años, estaba echado. Caminando rápido y alejándose del ardiente sol, el futuro padre de Fidel Castro se perdió entre la multitud.

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